Publicado 17-11-2020
El 18 de noviembre de 1598 se funda el Monasterio de Dominicas de Santa Catalina de Siena, instalándose en la actualmente «Casa de los Lizana».
Doña Juana de Mendoza y Zúñiga formaba parte de la nobleza alcalaína y de este clan familiar que tanto favoreció para el establecimiento y fundación de varios Monasterios y obras pías en Alcalá de Henares, como el Convento de Franciscanos de Santo Ángel, el Monasterio de Carmelitas Descalzas del Corpus Christi, el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, El Colegio de Dominicos de Santo Tomás, el Convento de los Padres Mercedarios Descalzos, entre otros.
Doña Juana de Mendoza era hija de Lope Alonso de Mendoza, Regidor de la villa de Alcalá, y de Beatriz de Zúñiga.
Estuvo muy vinculada a la Orden de Santo Domingo y vivió célibe, virgen, toda su vida, pero nunca fue religiosa de ningún convento ni monasterio. Su casa fue el lugar donde llevó una vida de recogimiento y soledad. Y curiosamente, en su testamento ordenó que fuese enterrada en el coro de las monjas que quiere fundar y pide que nunca sea abierto para enterrar en él a otras personas, aunque hayan sido Prioras, y lo corrobora con la lapidaria frase «… porque en vida y en muerte soy amiga de soledad».
A fray Diego de San Nicolás, antes de ser canonizado como San Diego de Alcalá, se le atribuye la curación de Juana de Mendoza. Llevaba dos meses con calenturas sin poder moverse de la cama y sin encontrar el remedio para su curación, cuando fue llevada ante el cuerpo incorrupto del fraile. Puesta de rodillas, invocó su intercesión y milagrosamente se curó.
Tiempo después, en noviembre de 1587 falleció en Alcalá de Henares. Fue enterrada en la capilla que sus padres habían comprado en la iglesia de San Justo y Pastor, «hasta que tenga efecto, lo que mediante Dios y su favor, pienso hacer de mi casa y hacienda». Y es que Juana de Mendoza y Zúñiga había dispuesto en su testamento su deseo y voluntad de fundar un Monasterio de Religiosas Dominicas en Alcalá de Henares.
Seguramente Juana de Mendoza no pensó que su obra iba a tener tantos inconvenientes como tuvo para ser fundada.
Los albaceas, el Padre Alonso de Amendaño, Prior del Convento de Dominicos de la Madre de Dios, y el Padre Tomás Guzmán, Rector del Colegio de Dominicos de Santo Tomás, junto con el padre de Juana, don Lope Alonso de Mendoza, se encargaron de la gestión y trámites para llevar a cabo la fundación. Pero chocaron con la oposición de los responsables de la villa y de algunas comunidades religiosas por temor a una rivalidad y competencia en el campo de la predicación, apostolado y, sobre todo, los peculios, los dineros, que recibían de los fieles.
Al final los albaceas tuvieron que recurrir al Papa con la esperanza de conseguir una sentencia favorable por parte del Romano Pontífice. Por esto, tres años después del fallecimiento de Juana de Mendoza, en 1590, el Padre Diego Peredo, que era en ese momento el nuevo Rector del Colegio de Santo Tomás, fue a Roma a entregar personalmente la petición al Papa.
Después de un laborioso y paciente análisis burocrático, el papa Gregorio XIV dio el visto bueno para que las casas de doña Juana de Mendoza se convirtieran en Monasterio de Santa Catalina de Siena.
Con el permiso en la mano, el Padre Juan de Villafranca, Provincial de los Dominicos, nombró como religiosas fundadoras a tres monjas del Convento de Santo Domingo el Real de Madrid, según el deseo de doña Juana. Estas religiosas fueron Sor Catalina Zapata, Sor Catalina de Güevara y Sor Ana de Santo Domingo.
Y se instalaron, en la casa que había donado doña Juana de Mendoza, el 5 de septiembre de 1598. Al día siguiente, las religiosas abrieron las puertas de la iglesia para el culto público, tañendo jubilosamente las campanas, cuando se presentó el don Gregorio Chaves de Mora, Vicario del Arzobispado de Toledo. Las religiosas se alegraron pensando que se iba a unir a la fiesta de inauguración, pero no fue así. Él, como representante del Arzobispado, tendría que haber dado autorización por escrito después de haber sido solicitado, pero tanto los albaceas como las religiosas estuvieron muy confiados por la autorización del Papa y no pidieron la licencia al Arzobispo.
La orden que recibieron las religiosas fue que tenían que cerrar la iglesia y el monasterio, solicitar por escrito la autorización y esperar la respuesta afirmativa de Arzobispado de Toledo.
Mientras tanto, las religiosas fueron acogidas por las Carmelitas Descalzas de la Purísima Concepción, que ya se habían trasladado a las casas de la calle de la Imagen.
Y dos meses y medio después, tras pagar los diezmos a la Iglesia y conseguir la licencia del Arzobispado de Toledo, tal día como hoy de 1598 se fundó el Monasterio de Dominicas de Santa Catalina de Siena, instalándose en la casa de doña Juana de Mendoza y Zúñiga en la calle de la Victoria, en la actualmente llamada «Casa de los Lizana».
Seis años después de la fundación, en 1604,
«por algún daño para la salud y otras incomodidades temporales» las religiosas
se trasladaron a su ubicación actual en la actual calle del Empecinado, al
antiguo edificio del Colegio de Santo Tomás, ya que ellos se habían trasladado
a la calle de Roma, actual calle Colegios.
Por: Juan Mª Martínez Casado